El Doctor Carlos del Valle Rojas – junto a Claudia Dides y Rodrigo Baño – presentará en el teatro Ictus (Santiago, 20 de diciembre, 12.00 hrs) el último libro de Alberto Mayol, titulado “El Abismo existencial de Occidente”, publicado por ediciones Catalonia (2022) y Colección La Cosa Nostra.

Por Mauro Salazar J.

Publicado el 20 de diciembre 2022

En este trabajo Alberto Mayol se aventura por comprender el presente mundial o la crisis del presente. Las últimas décadas se han llenado de diagnósticos sobre el tipo de momento que vivimos: la sociedad líquida (Bauman), el fin de la historia (Fukuyama), la sociedad de la transparencia y el cansancio (Han), el malestar en la globalización (Stiglitz), son algunos de los tópicos que se han tornado dominantes en la discusión. El camino y el resultado de Mayol es diferente. Su análisis se sustenta en datos que van desde las protestas mundiales hasta la novela de los siglos XIX y XX. Mayol ofrece una lectura según la cual el malestar puede no residir directamente en sus zonas de manifestación (en los derechos sociales; en el autoritarismo; en la globalización; en el proceso de subjetivación; en el sistema financiero). Pero, ¿qué pasa si todo ello ha sido sobrepasado y el malestar habita en el proceso civilizatorio en su totalidad? Mayol está convencido: la profundad de la crisis actual radica en el ingreso de Occidente (como civilización) a su abismo existencial. A ese instante donde duda de sus propias convicciones y deja de tener claro qué es lo que defiende. Un itinerario escalofriante que recorre desde Max Weber a Dostoievski, desde el Génesis hasta El Bosco, desde Marx a Dugin, desde Fukuyama a Wallerstein. El abismo existencial de Occidente ahonda y reflexiona sobre nuestro presente, y arriba a una conclusión inquietante que se despliega e ilumina con la habitual prosa del intelectual chileno.

Ecosistema medial en Chile: transformaciones, desbandes y equilibrios

Por Carlos del Valle R. y Mauro Salazar J.

Publicado el 12 de diciembre 2022

Si admitimos que el neoliberalismo comunicacional es una “disciplina medial” para los estados postnacionales, es porque estamos en presencia de un conjunto de formaciones textuales y tecnologías domiciliadas en un sistema de medios, grupos controladores, circulación de élites y vectores de poder.

Tras el “imperio de las imágenes”, abundan liderazgos ideológicos, violencias simbólicas, subjetividades beligerantes, construcciones visuales de la gobernabilidad y “corporativismos mediáticos”, que conviven con el aceleracionismo multimedial. En suma, los dominios técnicos del presente vienen a exacerbar la arquitectura descontrolada de la desinformación, que amenaza con constituirse en un “capitalismo del despojo”. Los nuevos territorios visuales pasan por enjambres y tecnologías (“virus visuales”) y ello es parte de una condición de época que no se puede moralizar de bruces, ni menos agotar la discusión a nombre del “simulacro” (“falsa conciencia”, “esencias versus apariencias”). Aquí adquieren máxima relevancia los nuevos dispositivos de producción de audiencias, donde las tecnologías de turno simulan una vigilancia vacía y sin “reparto de lo político”. Tal estado de fragmentación, ha transfigurado el estatuto de lo real mediante “fake news”, “memes” y TikTok. Si bien no es posible sostener sin más que, a todo evento, el “fake” sea rotulado de mero “engaño de masas”, ruina argumental, o “alienación”, no es menos cierto que opera como un dispositivo que reubica el lugar y la circulación del capital en la vida cotidiana.

Es importante consignar que las noticias falsas (fake news) contienen códigos de verdad y falsedad, por lo cual es más adecuado nombrarlas desde una dicotomía algo policial, pero política y metodológicamente eficiente, a saber, noticias-mentiras. En suma, aquí es donde las fronteras de sentido entre una comunicación con ethos público (“reparto de lo común”) y otra orientada al “sesgo”, mantienen fronteras inestables, difusas y están siempre bajo el asedio de una “contaminación del sentido”. Si el fárrago de sucesos se consuma en una “mentira guionizada”, ello devela la dispersión del contenido gestionado por el oligopolio mediático. Esto último hunde sus raíces en una “modernización acelerada” al decir del mainstream. Una boutique de liberalización y accesos, que redunda en una interpretación que emplaza fenómenos esquilmantes que inoculan al sentido común, y administra la simbolicidad ciudadana mediante un “consumismo masificado”.

Pero vamos a nuestros hitos más parroquiales, anecdóticos, pero sintomales del momento actual. En el campo de los juicios empíricos, ¿viajó la ministra Camila Vallejo a una reunión sobre fake news? Sí, viajó (verdad). ¿Lo hizo en clase ejecutiva? No (falsedad). Como lo anterior circuló en los medios de comunicación y las redes virtuales, su carácter público y masivo –que son condiciones de las noticias– es evidente. Ahora bien, ¿puedo privar a alguien de la libertad de interpretar los hechos y expresarlos públicamente? No. ¿Podría ser este el objetivo de cualquier proyecto transformador en el sistema de medios? No, porque el problema no se agota allí.

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