TRANSMISIÓN POR LA VOZ DE LOS QUE SOBRAN

Lanzamiento del libro: Crítica de la certeza moral. Justicia, cultura y comunicación / Carlos del Valle

5 de Julio 2022

Desde la “metáfora sur” llega el reciente libro de Carlos del Valle Rojas, ex decano de la Universidad de la Frontera, académico, investigador y director del Doctorado en Comunicación (UFRO-UACh) junto al doctor Rodrigo Browne. Del Valle goza de más 25 años de aportes investigativos en la comunicación nacional y latinoamericana.

Ahora entrega una publicación que refleja una tradición de vanguardia, en la producción de diseños de análisis, economías de la subjetividad y categorías del campo comunicacional crítico. En una primera exploración, se trata de un trabajo comprometido con la revisión, análisis y propuestas para abordar la historia de las persecuciones y genocidios producidos en y por el proceso civilizatorio en los territorios.

Publicado por Ediciones de Periodismo y Comunicación de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina 2022, en este libro el autor analiza desde las comunicaciones la figura de Pablo Escobar, el tratamiento a las migraciones en Argentina y la criminalización en Chile del pueblo mapuche. Con ello invita a descubrir cómo se produce y reproduce moralmente la verdad en el derecho y en la industria cultural.

Es así como desnuda la pedagogía de la exclusión, presente en la administración de la justicia y en los medios de comunicación, quienes utilizan para ello la “enemización de grupos socialmente excluidos”: indígenas, migrantes, diversidades sexuales.

Reflexiones sobre la comunicación: tránsitos y diálogos entre saberes

Dra. Paula Flores-Aguilar

UACh

29 de Junio 2022

Históricamente la dimensión cognoscitiva de la comunicación ha sido centro del debate científico, dada su dificultad para ser catalogada como una disciplina en términos estrictos. Su tradición ha consonado con la tensión para encontrar caminos universales y consolidados de concebir e investigar a esta -bien llamada- indisciplina (Múnera, 2010 en Rizo, 2014; Silva y Browne, 2006). Ciertamente, la imposibilidad pensar a la comunicación como un ámbito disciplinar afianzado, exclusivo de las ciencias sociales y que goza de convergencia teórico-conceptual, podría convertirse igualmente en una de sus mayores riquezas. Esto pues su condición de fenómeno, campo profesional y campo académico (Rizo, 2014), posibilita desarrollar análisis, metodologías y prácticas desde diversos enfoques, en permanente crecimiento, transformación e imbricación con innúmeros ámbitos y problemáticas socioculturales (Sierra, 2005 en Rizo, 2014). Por tanto, empeñarse en configurar fronteras que rigidicen los modos en que la comunicación debe ser entendida, abordada, analizada y teorizada, podría significar someterla a peligros de simplificación y socavar sus múltiples potencialidades para aportar a la ciencia.

Lo anterior no supone restar valor a la gran diversidad de conocimientos y referentes que desde la academia han construido aprendizajes elementales para el entendimiento de las muy variadas dimensiones y niveles comunicacionales, al contrario, rescata la posibilidad que presenta la comunicación -cuyo objeto empírico radica, esencialmente, en la producción social de sentido (Fuentes Navarro, 2003 y 2004 en Rizo, 2014)- para imbricarse en las sinuosidades de un amplio universo de disciplinas y, al tiempo, ser estudiada desde ángulos diversos, siempre en interacción y simbiosis con el vasto espectro saberes científicos, académicos, profesionales y culturales.

La litografía “Relatividad”, 1953. Autor: M.C. Escher.
A este respecto, podemos confirmar la naturaleza dispersa de la comunicación, misma que la ha llevado a ser teorizada desde matrices disciplinares distintas, cada una con sus propias perspectivas, conceptualizaciones, técnicas, metodologías y objetivos de interés (del Valle y Browne, 2020; Rizo, 2014). En este paisaje, uno de los pocos elementos comunes que se presentan en la formulación de numerosas teorías que la atañan (funcionalista, crítica, estudios culturales, economía política, sociologías interpretativas y aportes de la psico-sociología), refiere a la sociología (Rizo, 2014, p.244). Sin embargo, el quehacer científico preocupado de la comunicación debiese -necesariamente- implicar la apertura y flexibilidad a un conocimiento cuya construcción es incesante, por lo que difícilmente puede pretenderse una comprensión acabada de ésta: su naturaleza nos posiciona en una escalera escheriana1, donde el ascenso se vuelve infinito.

“Disciplinar” a la comunicación, entonces, implicaría gozar de completa claridad y estrictez respecto a su objeto de conocimiento y, por tanto, significaría luchar en contra de su esencia y naturaleza, pues la comunicación podría ser todo menos uniformidad, estructura y limitación. Alejada de lo que explícitamente se entiende como ciencia, la comunicación hace a un lado la búsqueda de una verdad universal, la objetividad y la contrastación empírica de una o más realidades, para abrir el espacio a múltiples interpretaciones, lecturas, delimitaciones y perspectivas que abordan los hechos comunicativos, desde sus incontables aristas.

Así, la comunicación destaca por su omnipresencia, misma que -gozando de una mirada panóptica- permite comprender situadamente procesos complejos de interacción y significación socioculturales, donde se ven involucrados elementos creativos, mediadores, tecnológicos y simbólicos, propios de los fenómenos comunicativos. Desde una metáfora biologicista, podemos entender a la comunicación como una figura símil a la célula, elemento básico que se despliega y evoluciona en función de su entorno, adoptando distintas formas, permeando cada estructura y configurando diversos enjambres que permitirán el funcionamiento de órganos, sistemas y, finalmente, de un todo. Tal como en esa universalidad última, la comunicación protagoniza, da forma y permite la comprensión de realidades variadas y heterogéneas, desde y a través de diversas disciplinas, constituyéndose como célula que actúa en todos los espacios y niveles, desde una postura integrada, y no meramente como la suma de las partes

Afirmamos pues, que la comunicación opera en todos los ámbitos de la vida humana, permitiendo la conformación, evolución y legitimación de culturas mediante la construcción de sentidos, significados y realidades que dan forma al tejido social y, por ende, es susceptible de ser estudiada desde lo inter y transdisciplinar. Es así como, desde una mirada ha llevado a significar su particularidad como una indisciplina (Múnera, 2010 en Rizo, 2014; Silva y Browne, 2006), la comunicación y su versatilidad permiten aportar conocimientos científicos y académicos desde y para la totalidad de disciplinas y campos que conforman la universalidad de la ciencia.

En este punto, resulta interesante reflexionar cómo la conceptualización planteada se cruza y transita hacia otras disciplinas e, inclusive, hacia otros campos de estudio, como es el caso de los estudios de género. Este, también caracterizado por su transversalidad a los diversos ámbitos culturales y por su implicación en la totalidad de las relaciones sociales, permite y exige ser abordado desde una multiplicidad de espacios y saberes, siempre en diálogo con la comunicación, la cual, en este caso, aporta al entendimiento de procesos y cambios sociales (del Valle y Browne, 2020).

Pensar el género, en tanto categoría política, social y cultural que determina relaciones de poder entre hombres, mujeres y otrxs, propias de sociedades heteropatriarcales, puede hacernos viajar a variados fenómenos de estudio, como la creación del sistema sexo/género, la violencia simbólica y explícita que afecta a mujeres, niñxs y disidencias, las masculinidades hegemónicas y el surgimiento de otras alternativas, la hegemonía que margina y castiga a quienes escapan a la norma binaria, la estructuración de Estados, economías, religiones y sistemas de salud en base a lógicas señoriales, o a sistemas educativos que legitiman y reproducen las inequidades sexistas y, por tanto, perpetúan la violencia de género como leitmotiv de nuestra sociedad, por nombrar sólo algunos (Marañón, 2018; Varela, 2017; Segato, 2016).

Dada su relevancia, nos detendremos en este último punto, donde podemos reconocer fácilmente el carácter de campo que adopta la comunicación, viéndose implicada en la disciplina científica referida a la educación y, paralelamente, convergiendo con aspectos ligados los estudios de género.

La socialización del género, obediente a lógicas machistas, está presente en la totalidad de aspectos/niveles educativos formales (y no formales), esto pues el sistema que ha acunado a dicha institución, históricamente se ha nutrido de estructuras de poder establecidas por la supremacía masculina (Marañón, 2018; Fontenla, 2008). En márgenes más delimitados, podemos reconocer el despliegue de los mandatos heteropatriarcales en momentos que resultan especialmente fundamentales para la formación de las personas, como lo referido al período de formación preescolar. En esta etapa de vida, y en contextos fundamentales de formación como la familia y la escuela, niños y niñas interiorizan determinadas producciones de sentido que les permitirán significar el mundo y actuar en él (Contreras y Flores, 2022; Alpízar y Bernal, 2003; Lovering y Sierra, 1998). Es respecto a esta etapa, por lo tanto, que resulta imperante centrar la atención en la formación del profesorado, quienes, mediante variadas prácticas comunicativas, propias del ejercicio de la pedagogía, (re)producen, transmiten y legitiman las inequidades de género para con sus estudiantes (Ärlemalm-Hagsér, 2010; Mizala et al., 2015).

Enfatizamos la importancia del estudio de la comunicación dado que – desplegada en el ejercicio pedagógico- tiene el potencial de perpetuar ideaciones e imaginarios hegemónicos, así como también puede fomentar prácticas y el desarrollo de pensamiento crítico respecto al modelo jerárquico que impone el sistema de género tradicional. Desde esta mirada, el campo de la comunicación da cuenta de su plasticidad para transitar entre la educación y la inequidad/violencia de género, adentrándose en fenómenos que -desde una mirada compleja e integradora- buscan abordar problemáticas de urgente atención y cuyo adecuado tratamiento, puede -potencialmente- impactar en la calidad de vida de quienes conforman más del 50% de la población mundial.

Si profundizamos en la reflexión sobre la transdisciplinariedad y el efecto “puente” que puede alcanzar la comunicación, en tanto productora de sentido, podemos ver que su implicación en el ámbito del género puede extenderse a muy variadas dimensiones y, en consecuencia, disciplinas y campos. Ejemplo de ello es cómo se observan y analizan los potenciales efectos de la socialización del género en ámbitos de salud (mental y física), entendiendo que dicho fenómeno se basa en la puesta en común de patrones donde lo femenino y lo disidente es desvalorizado e inferiorizado, afectando a mujeres -y a otras minorías- en un espectro que va desde lo simbólico, donde -por ejemplo- la figura (trans)femenina es hipersexualizada al servicio de terceros, al tiempo que es merecedora de castigo cuando administra su sexualidad de manera autónoma; hasta lo explícito, donde actos como la violación o los femicidios son perpretados con lógicas de rectificación, en consonancia con la idea de superioridad masculina (Flores, 2022; Segato, 2016; Bourdieu, 2000).

Ciertamente la tradición de las teorías que hasta ahora se han concentrado en la comunicación ha evidenciado valiosos aportes y certezas, poniendo al servicio del conocimiento científico distintos paradigmas desde la que puede ser abordada, analizada e interpretada; sin embargo -y por, sobre todo- nos ha heredado desafíos. En la actualidad, trabajar en el campo de la comunicación exige conceptualizarla desde su imperfección, plasticidad e inacabable evolución, en concordancia y correspondencia con la complejidad de los escenarios sociales contemporáneos.

1la escalera ascendente y descendente escheriana, originada a partir de la escalera de Penrose, fue diseñada por Maurits Cornelis Escher y da cuenta de un laberinto compuesto por escaleras que emergen en todas las direcciones, envolviendo a las figuras en bucles que no tienen fin ni salida aparente.

Bibliografía

– Alpízar, L. y Bernal, M. (2003). La Construcción Social de las Juventudes. Última década, 11(19), 105-123. Disponible en httpss://dx.doi.org/10.4067/S0718-22362003000200008

– Ärlemalm-Hagsér, E. (2010). Gender choreo-graphy and micro-structures-early childhood profesionals ́understanding of gender roles and gender patterns in outdoor play and learning. European Early Childhood Education Research Journal, 18 (4), 515-525

– Silva Echeto, V. y Browne, R. (2006). Por una Ciencia de la Comunicación distante de los trasnochados fantasmas del monodisciplinarismo”. Antropofagias. Las indisciplinas de la comunicación Eds. Silva Echeto, Víctor y Browne, Rodrigo. Madrid: Biblioteca Nueva.

– Bourdieu, P. (2000). Sobre el poder simbólico, en Intelectuales, política y poder, pp. 65-73. Traducción de Alicia Gutiérrez. Buenos Aires: UBA/Eudeba. Disponible en httpss://sociologiac.net/biblio/Bourdieu_So-brePoderSimbolico.pdf

– Contreras Contreras, C., & Flores Aguilar, P. (2022). El desafío de una nueva socialización de género en la educación infantil. Revista Infancia, Educación Y Aprendizaje, 8(1), 82–92. httpss://doi.org/10.22370/ieya.2022.8.1.2598

-Del Valle, C. y Browne, R. (2020) Doctorado en Comunicación en el sur de Chile: una experiencia de reconfiguración de la agenda en el campo, a partir de la cultura y la interculturalidad como matrices. https://www.doctoradoencomunicacion.cl/wp- content/uploads/2022/01/Estudios_ALAIC_2020.pdf

– Flores Aguilar, P. (2022) Qué, cómo y dónde: Las formas de violencia (meta)simbólica de género en experiencias juveniles del Chile austral en Del Valle, Mierau, Riquelme, Pérez y Albronoz (Ed.) Horizontes Convergentes Volumen I. Aportes transdisciplinarios al estudio del ecosistema de la marginación cultural (pp. 129 – 148). Editorial CLACSO.

– Loreto Mora-Olate, María. (2020). Educación como disciplina y como objeto de estudio: aportes para un debate. Desde el Sur, 12(1), 201-211. httpss://dx.doi.org/10.21142/des-1201-2020-0013

– Lovering Dorr, A. y Sierra, G. (1998): El currículum oculto de género, Educar, Revista de Educación, Nº7. Disponible en httpss://www.educandoenigualdad.com/2014/02/28/el-curriculum-oculto-de-genero/

– Marañón, I. (2018) Educar en el feminismo. Barcelona: Plataforma Editorial

– Mizala, A; Martínez, F.& Martínez, S. (2015) Pre-service Elementary school teachers éxpectations about student performance: How their beliefs are afectted by their mathematics anxiety and student ́s gender. Tea-ching and Teacher Education, 50, 70-78

– Rizo García, Marta. (2014). El papel de las teorías de la comunicación en la construcción del campo académico de la comunicación. Reflexiones desde la historia, la epistemología y la pedagogía. Correspondencias & Análisis. 04. 239-258. 10.24265/cian. 2014.n4.12.

– Segato, L. (2016) La guerra contra las mujeres. Madrid: Traficantes de Sueños.

Comunicación indisciplinada

Dr. Rodrigo Browne

UACh

29 de Junio 2022

Desde hace un tiempo que la Comunicación anda desorbitada. Ha perdido su Norte y ese desorbitaje se ha traducido en un sinfín de muchas acciones que pueden caer y caber dentro del rótulo que, supuestamente, le da “sentido”, casi como si de un perfecto estatuto epistemológico se tratase.

Los últimos acontecimientos en y del mundo han puesto a esta comunicación en un espacio-tiempo que le ha superado, que no le da la posibilidad de obtener ciertos respiros de estabilidad, organización y calma como lo requiere y pregona la estrictez y rigidez disciplinaria y la “sordera ideológica” (Peñuela, 2007) de la academia y sus formas de construir conocimiento.

La comunicación, en esta etapa, se ha frenetizado, sin saber -ni ella misma- donde están sus límites, sus delineamientos y sus horizontes. El fenómeno históricamente humano y presencial ha sido sobrepasado por el exceso de virtualidad remota que nos está obligando a pensar para y por sí, más de lo que lo han hecho las grandes academias de occidente. Academias que han tratado de formalizar el concepto, apoderándose de él y queriendo reducirlo a una escuela, a un modelo, a un canon, a un movimiento determinado y definido por un eminente claustro de especialistas en y sobre ella.

Las crisis de la humanidad -a estas alturas de todas formas y colores- nos ha obligado -no sólo a vivir en el contexto de estas “megacrisis”, como le denominaría Gastón Soublette (2020)- sino a detenernos en esta noción que, de un día para otro, se ha ultramediatizado, tornándose en el centro de nuestras vidas. Lo que, en estos mismos apuntes, hemos llamado la “zoomización de nuestras vidas”. Tantos esfuerzos se hicieron para encerrarla en unos códigos que le den estabilidad y estatus -para aprenderla y aprehenderla mejor- que se nos escapó de las manos, sin posibilidad, hasta ahora, de hacerla parte de ese canon que pretendía controlarla, simplificarla y mimetizarla bajo el yugo de los grandes discursos de dominación. Estas comunicaciones escoltaron -y fueron parte- de los hiperreales flujos de información, de los megaestallidos sociales, de los pandémicos confinamientos sanitarios, de las guerras glocalizadas [ruso-ucraniana, por ejemplo], de la escasez hídrica, del cambio climático, de las faltas de tolerancia para con “el otro” y hasta del tirón de orejas para un “exitoso” modelo que ha usufructuado y ha dado pie al extractivismo de los recursos naturales y de los pensamientos de la diferencia.

Mientras el conocimiento del siglo XX -de la segunda parte del siglo XX- trató de clasificarla en prototipos y pilotos que la enclaustraran en una línea, con solo una dirección, sin opciones de despiste y salidas del camino, se fue desbordando y -desde su misma praxis- irrumpieron nuevas formas de hacer comunicación, desorbitándose, alejándose de los primeros y básicos rasgos disciplinarios que le habían tratado de implantar. Al sacudir tímidamente esos incipientes pedestales erupcionó algo mayor, se escapó hacia otras cosas difíciles de capturar, con menos límites y lindes, sin fines establecidos y bajo preceptos que no lograban ni definirla, ni conquistarla, sobre todo y de acuerdo con lo que, en sus principios, se trató de instaurar como las Ciencias de la Comunicación. Lo que hemos llamado, en otro lugar, la comunicación como canon: algo así como tratar de comunicanonizar la comunicación. El juego se desplaza hacia una no-codificación, a la no legitimación de un proyecto epistemológico cualquiera, despojándose de toda maniobra de corte positivista y ortodoxa, fuera de todo código estricto y matemático-informativo.

En este viaje fueron quedando célebres nombres que, más allá de sus aportes y reconocimientos, vieron y sufrieron el movimiento telúrico que fue provocando esta metamorfosis comunicacional, dejando atrás las viejas escuelas y vibrando desde lo ilimitadamente indefinible. Vale decir, desde esa complejidad radical, hacerse parte -más que nunca- de la primera línea consonante con las nuevas tendencias de nuestras sociedades mediatizadas, posmediatizadas y -a estas alturas- ultramediatizadas.

Cuando físicamente aún estaba entre nosotros, con Víctor Silva Echeto hablamos de estos asuntos, les tratamos de echar cuerpo y llegamos a ciertas dislocadas conclusiones que nos permitieron arrimar estas comunicaciones -con menos cancha, éxtasis y sobreexposición en esos momentos- a las rupturas de todo tipo de cánones, de fallas en el origen, de disciplinas y disciplinamientos -en el amplio sentido foucaultiano de la palabra- y de los “monodisplinarismos” del sistema occidental, como nos los escribió, clara y oportunamente, el maestro Norval Baitello (2007).

El propósito es deshacerse de la idea de una comunicación-canon disciplinadamente monológica, absorbida por los tecnicismos del ultracientifismo y apocada frente a las grandes Disciplinas que disciplinan, domestican y definen el sistema-mundo de las ciencias en todo el amplio sentido del término.

En el marco del Doctorado en Comunicación que se ofrece desde la Universidad de La Frontera (Temuco) y la Universidad Austral de Chile (Valdivia) se ha planteado esta discusión y, con Carlos del Valle (2020), hemos tratado de entenderla como un campo, más que como una disciplina, subrayando que, en este campo, se da vida a un espacio de convergencia, diálogo e intercambios de las más distintas disciplinas teniendo siempre como eje de referencia la cultura y la vida cotidiana.

En este contexto, también recuperamos los trabajos de Carlos Vidales (2017: 49) al sostener que “Casi un siglo después de la emergencia del estudio formal y sistemático de la comunicación, parece que es tiempo de detenerse por un momento para evaluar lo sucedido y plantear así nuevas rutas de pensamiento para el futuro…” (Vidales, 2017: 49). Vidales invita a la comunicación, como campo académico, a considerarla bajo una concepción transdisciplinaria, deshaciéndose de la formalización histórica del conocimiento disciplinarizado que hace que se estreche y coarte de cara a este desborde que la hace olvidar -quizás- a una de sus más esquivas debilidades: la activa participación de la comunicación en la transformación de los fenómenos en el mundo social.

Merodeando por estos caminos de nuevas proyecciones, no se puede dejar de mencionar el -a su vez- provocador trabajo de Silvio Waisbord (2019) quien estira el debate hacía una comunicación post-disciplinaria, ampliando la crítica a los proyectos de la modernidad y de las ciencias como modelo único dominante y estimulando a que, en el campo de las comunicaciones, hay que bregar por la apertura, la originalidad intelectual y por el desdibujamiento perpetuo de los clásicos límites académicos, incluso re-pasando las multi, inter y transdisciplinariedades.

Abriendo todavía más estas encrucijadas, las reflexiones de Baitello Jr. (2007: 12) suelen sonar más emocionales, ya que concentra esta problemática en la necesidad de asumir la comunicación con una extrema conexión de vínculos, sin fronteras, ni barreras, sin paredes, muros, ni estancos, una comunicación sin miedo y que devora, alegremente [y antropofágicamente], “(…) las antiguas murallas de la ciencia disciplinaria, patriarcal y agonística, hecha por la guerra y para la guerra”.

Mario Rufer (2016: 85) al referirse a estas materias investigativas -como “patrimonio envenado”- sentencia la posibilidad de (in)disciplinarizarlas, aduciendo que, con este ejercicio, se rompen y cuestionan muchos tabúes disciplinarios erigidos por una mirada blanca, patriarcal y hegemónica.

Como ya lo dijimos a primeros del siglo en curso, el guiño contrahegemónico que se activa con esta propuesta es para indisciplinar a la comunicación, consintiéndola como estrategia de creación que se descuelgue de las pretensiones canonizantes que la confunden y sedan, que se des-informice -como lo desarrollamos en estos mismo apuntes- y que, desde su desorbite, resista a las fuerzas institucionales que la pretenden para la guerra y el redito económico trasnacional, pegándosele como soga al cuello en este simulacro contemporáneo de ahorcamiento.

Referencias

– Baitello Jr., Norval (2007): Prólogo: Por una ciencia de la comunicación distante de los trasnochados fantasmas del monodisciplinarismo. En Silva Echeto y Browne Sartori, Rodrigo (2007): Antropofagias. Las indisciplinas de la comunicación. Madrid: Biblioteca Nueva.

– Del Valle, Carlos y Browne, Rodrigo (2020): Doctorado en Comunicación en el sur de Chile: una experiencia de reconfiguración de la agenda en el campo, a partir de la cultura y la interculturalidad como matrices. Revista Latinoamericana de Ciencias de la Comunicación (ALAIC).

– Gorbach, Frida y Rufer, Mario (2016): (In)disciplinar la investigación. Archivo, trabajo de campo y escritura. Siglo XXI: Ciudad México.

– Peñuela, Eduardo (2007): Comunicación e Interdisciplinariedad. Polisemía y Dialogismo: la Sordera Ideológica. Diálogos culturales: interdisciplinas para la comunicación. São Paulo: Annablume.

– Silva Echeto y Browne Sartori, Rodrigo (2007): Antropofagias. Las indisciplinas de la comunicación. Madrid: Biblioteca Nueva.

– Soublette, Gastón (2020): Manifiesto. Peligros y oportunidades de la megracrisis. Ediciones UC: Santiago de Chile.

– Vidales Gonzales, Carlos (2017): De la comunicación como campo a la comunicación como concepto transdisciplinar: historia, teoría y objetos de conocimiento. Revista Comunicación y Sociedad: Universidad de Guadalajara.

– Waisbord, Silvio (2019): Communication: A Post-Discipline. Cambridge, UK, Polity Press.

Perspectivas y preocupaciones en el campo de la investigación

Dr. Mario Álvarez

UFRO

23 de Junio 2022

El campo de la investigación en comunicación se caracteriza por una multiplicidad de tradiciones, cada cual con una definición de su preocupación, autores de referencia y opciones de diseño metodológico. A riesgo de una sobre-simplificación de los términos, estas tradiciones se pueden agrupar en al menos tres, las que se presentan en este documento de trabajo con una intención más bien didáctica. A una de estas tradiciones se le puede llamar perspectiva crítica, cuya inspiración se encuentra en la Escuela de Frankfurt y su preocupación por el rol de las “industrias culturales” en los procesos de hegemonía y dominación (Adorno & Horkheimer, 1997). Una segunda perspectiva propone una reflexión normativa sobre las posibilidades de los medios de comunicación de ofrecer una “esfera pública” (Habermas, 1986) en que prosperen los valores democráticos. Y una tercera, que puede denominarse “interpretativa”, releva la actividad “decodificadora” (Hall, 1980, 1996) que realizan las audiencias al interactuar con mensajes mediáticos.

Como observa Rinke (2018), una perspectiva normativa en investigación en comunicación política conecta el cómo son las cosas, con el cómo debieran ser las cosas. Esta conexión, siempre riesgosa, reconoce el carácter eminentemente ideal de la democracia y sus valores, fijando allí el cómo la sociedad, los medios y la política debieran ser. Una vez fijado ese ideal normativo, la investigación se da a la tarea de observar la realidad y reconocer los déficits que presenta frente a la realización de estos ideales. Si bien es cierto esta es sólo una de las perspectiva que aborda las relaciones entre los medios y el poder, el acercamiento normativo se arroga para sí el título de ser el campo de estudios en “comunicación política” (McNair, 2017) y la primacía de su definición sobre “el rol de la comunicación en los procesos políticos” (Chaffee, 1975, p. 15).

La tradición normativa se reconoce por su inspiración teórica –no siempre explícita- en la idea de espacio público, así como una aproximación a los medios de comunicación y, particularmente, al periodismo, como si fueran instituciones políticas (Schudson, 2002). La idea de espacio público tiene una definición seminal en el trabajo de Jürgen Habermas (1986) y desde allí emergen dos grandes corrientes de estudios. Por un lado, la investigación en comunicación y opinión pública, con una preocupación primordial por los efectos cognitivos en la ciudadanía, su toma de decisiones y su participación en el sistema democrático (S. E. Bennett et al., 1999; Boukes, 2019; Cappella & Jamieson, 1997; De Vreese, 2005; De Vreese & Semetko, 2002; Peifer, 2013). Este énfasis cognitivo ha dado lugar a nociones fundamentales en el estudio de la comunicación tales como encuadre, fijación de la agenda o predisposición (Aruguete, 2011; Baum, 2003; Entman, 2003; Gamson, 1992; Y. Lee & Min, 2020; M. E. McCombs & Shaw, 1972; M. McCombs & Valenzuela, 2007).

La idea de esfera pública también ha dado lugar a estudios enfocados en los procesos deliberativos, que reconocen la comunicación como su proceso constitutivo (Dahlgren, 2005; Delli Carpini et al., 2004; Dobson, 2012; Luskin et al., 2002; Ryfe, 2005). Esta línea de trabajo recoge muchas de sus preocupaciones desde la ciencia política e hipotetiza que, en tanto instituciones democráticas, los medios impactan en la calidad de la democracia (Patterson, 1994, 1998; Strömbäck, 2005; Vliegenthart et al., 2011; Voltmer & Sorensen, 2019). Más aún, esta perspectiva llega a considerar a los medios como la institución central de los procesos políticos, dictando sus quehaceres y formas (Blumler & Esser, 2019; Brants & van Praag, 2015; Esser, 2013; Mazzoleni & Schulz, 1999; Nölleke et al., 2020; Orchard, 2017; Orchard & Venegas-Muggli, 2019; Robinson, 1999). En términos de su opción metodológica, ha tenido al periodismo como el lugar de investigación predilecto para detectar las falencias de los medios para empujar procesos de democratización y como lugar de constitución de la ciudadanía (Kriesi, 2012; Langer, 2010; McAllister, 2007; Wilke & Reinemann, 2001).

Una definición concisa y clara de perspectiva crítica en comunicación viene de un autor que no la profesaba. Paul Lazarsfeld (1941) la define por el tipo de preguntas, las que incluyen la organización y control de los medios de comunicación y cómo estos amenazan los valores humanos. En su definición, la investigadora crítica siente que su deber es desmontar las formas, intencionadas o no, en que los medios contribuyen a fomentar actitudes y hábitos deplorables. La descripción provista por Lazarsfeld hace evidente la conexión entre la actitud crítica y la inspiración que entrega la decimoprimera tesis de Karl Marx (1997) sobre Feuherbach: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. Siguiendo a Lazarfeld las preocupaciones críticas atienden esta voluntad transformadora. En lo que se refiere a diseños metodológicos, la perspectiva crítica privilegia comprender los procesos sociales en su totalidad y con ello privilegia la aproximación especulativa por sobre el énfasis empírico y disciplinar del paradigma de la investigación en comunicación de masas (Wolf, 1987, p. 105).

La perspectiva crítica en investigación en comunicación comprende que los procesos de construcción y contestación de la hegemonía se dan en el lenguaje. El significado, para esta línea de investigación, es socialmente producido mediante el acto de la comunicación, el que, a su vez, está mediado por estructuras de poder. Fiske (1984) relaciona este proceso con la producción de ideología, es decir, ideas y significados que constituyen relaciones de poder. Como se mencionó antes, hay un ímpetu transformador en este tipo de investigación, y en este caso, se manifiesta en una constante denuncia de los procesos alienantes de la denominada “industria cultural” (Adorno & Horkheimer, 1997). Al recibir una fuerte influencia del materialismo histórico desde su origen, la investigación crítica ha tenido también una fuerte preocupación por la economía política de los medios (Mattelart, 1986; Sunkel & Geoffroy, 2001). Así también, la influencia de la semiótica ha dado lugar al estudio de los contenidos de estos medios de comunicación y cómo estos reproducen relaciones de poder tanto en discursos oficiales como en espacios de cultura popular (Aparicio, 1999; Fabes & Martin, 1991; Fogel & Quinlan, 2011; Gee, 2014). Este último tipo de estudios ha contribuido a reconocer las relaciones que hay entre las dinámicas de los conflictos sociales y comunicación, relevando a los medios no sólo un escenario de representación de estas disputas, sino como una arena en que estas ocurren (Cárdenas & Pérez, 2017; Del Valle Rojas, 2005; Dorfman & Mattelart, 1971; Marshall, 2016; Muñiz et al., 2013; Munizaga, 1983; Van Zoonen, 2006) y desde las cuales se puede constituir contrahegemonía (Barker‐Plummer, 1995; Carroll & Ratner, 1999; Chalmers & Shotton, 2016). A la tercera perspectiva se le podría llamar “interpretativa” y si bien mantiene la preocupación crítica por desmontar las relaciones de dominación, contribuyó con una reconceptualización de la audiencia y con ello dio lugar a cambios metodológicos. Un autor seminal en esto es Stuart Hall (1980) que desde los Estudios Culturales Británicos, alega más crédito para la capacidad interpretativa/decodificadora con que cuentan las audiencia cuando consumen contenidos de los medios de comunicación. Las audiencias habían sido sujeto de estudio antes en el campo, pero desde ahora se les asume de otra manera en tanto objeto de estudio. Al menos desde la publicación de Personal Influence de Elihu Katz, Paul F. Lazarsfeld, Elmo Roper en 1955 se comprendió que la audiencia tenía un rol que jugar en el flujo de la comunicación de masas. Este texto fundó una tradición de estudios de opinión pública que se transformó en el paradigma dominante en el campo (González R., 2011) con importantes contribuciones, tales como la noción de usos y gratificaciones (Blumler, 1979; Katz & Blumler, 1974) o espiral del silencio (Noelle-Neumann, 1974). Para Abercrombie & Longhurst (2012), esta sociología de la comunicación estaba marcada por supuestos que ignoraban los procesos económicos, estructura de clases y relaciones de poder que constituían a la audiencia y sus actividades y son las ideas Hall las que traen estas dimensiones al análisis.

Los estudios de la tradición interpretativa tienden hacia los diseños cualitativos. Esta inclinación, sin embargo, no obsta el debate interno por la definición misma del objeto de estudio ya que se reconoce que aquello que se ha de llamar “audiencia” no es más que un supuesto ontológico sostenido por las o los investigadores (Höijer, 2008). Aquí se pueden agrupar los llamados “estudios de recepción” ejecutados mediante observaciones etnográficas (Morley, 1996) que ven al espacio de lo privado y lo cotidiano como escenario de las negociaciones con estructuras de dominación (Ang, 1989). Esta perspectiva interpretativa, entonces, se puede caracterizar por su forma de teorizar a la audiencia y por su uso intensivo de técnicas como entrevistas en profundidad, observación etnográfica o grupos de conversación (Antezana Barrios & Cabalin, 2020; Cabanes & Acedera, 2012; Skeggs et al., 2008; Woodstock, 2016). Se reconoce así a una audiencia realmente activa e incluso productiva, como lo muestran los estudios sobre fandom, en que se revela todos los empeños emocionales, afectivos, simbólicos involucrados en la creación de sentido por parte de estos grupos (Fiske, 1992; Van Zoonen, 2004), en particular cuando se trata de contenidos aparentemente triviales (L. Bennett, 2014; Fogle, 2015; S. H. Lee et al., 2020; Lewis, 2002). Esta presentación no pretende ser exhaustiva sobre cuantas perspectivas hay presentes en el campo de investigación de la comunicación. Sólo se ha presentado de manera didáctica tres formas fácilmente identificables de definir una preocupación de investigación. Dominación, democracia e interpretación son categorías reconocibles en las preocupaciones de cada una, así como sus autores de referencia, definiciones teóricas centrales y las opciones metodológicas que tienen más o menos naturalizadas. Evidentemente, todo ejercicio de categorización debe reconocer la existencia de fronteras liminales entre ambas en que es difícil etiquetar de qué se trata. Existen autores y autoras que proponen nociones que desafían estas tradiciones desde su interior o mediante desplazamientos de una a otra que enriquecen y mueven el campo (W. L. Bennett & Segerberg, 2012; Coleman, 2012; Livingstone, 2004; Mellado et al., 2017; Richardson et al., 2013; Street, 2019; Van Zoonen, 2004; Wiggins, 2019). Lo que aquí se ha ofrecido es un ejercicio didáctico para argumentar la multiplicidad de visiones que conviven en el campo de investigación en comunicación.

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OPINION – ESTUDIANTES UACH

Concentración comunicacional y políticas de la diferencia

Escrito por: Katherine Barriga, Doctorante en Comunicación de la Universidad Austral y Universidad de la Frontera.

La práctica comunicacional en Chile está asediada por un modelo concentracionario. La ficción de la “ciudadanía comunicacional”, cincelada en tiempos de post-dictadura (1990-2019), nos obliga a reflexionar sobre la “ética de la comunicación”, como así mismo, a interpelar una “economía mediática”, fuertemente oligarquizada, que sin embargo “publicita” la diferencia desde una “imagen turística”. Ello luego se materializa en discursos de experiencias de vida, articulación de prácticas que propendan al desarrollo de una comunicación algo más democrática, reflejada en “políticas de la diferencia” y movimientos sociales (2019), y no en la mera pluralidad informacional -trascendiendo el cerco elitario-.

La dimensión temporal posiciona a la “comunicación popular”, entendida como un tipo de diseño que propicia la “concientización y la subjetividad autónoma y activa en Latinoamérica, dentro de un proceso mayor que “comienza con el lenguaje y termina en la acción política. Tal acción, en desarrollo, entrega las herramientas para la formación de “espacios autónomos” y de “autogestión” (“luchas de la diferencia, potencias y cuerpos expuestos”) desde lógicas antiautoritarias que apuestan por la generación de medios propios de contrainformación. Esto implica una ofensiva comunicacional que significa un “acto de contra-hegemonía” y no una “estrategia de comunicación para excluidos”.

Si se toma una distancia crítica de los medios de comunicación masivos (hegemónicos y excluyentes) es posible centrar el debate en los procesos culturales y sociales que se desencadenan cuando los “discursos de la diferencia” (ecológicos, sexuales, feministas, originarios) se apropian de las tecnologías de la información y la comunicación, evidenciando su “derecho a lo común”.

La potencia de los discursos feministas y las minorías activas ha sido expresada por su “fuerza de producción y creación” que se va tejiendo en forma de red y resignificando a través de los afectos, generando complicidades que no se rigen dogmáticamente por las lógicas verbales del poder dominante y sus vectores estructurales. Los “movimientos en red” desde lo colectivo vienen a extender las potencias populares, y las apropiaciones subversivas de las nuevas tecnologías que posibilitan la generación de espacios de diálogo y colaboración crítica. La apropiación del lenguaje hace posible la transformación de los sujetos pasivos hacia agentes autónomos que nutren la esfera pública de muchas voces y posibilitan la formación de una “comunidad activista”, dando cuenta de la importancia del lenguaje y sus representaciones.

En suma, los procesos de comunicación promueven lógicas negociadoras de la cotidianidad y optan por resistirse a las interpretaciones uniformes del contexto. Ello reclama la mixtura de lo social (la mezcla y la yuxtaposición) como habitante de la riqueza mediática en dinámicas estratégicas de transformación constantes que pueden ir de la resistencia a la complicidad. En estos espacios-momentos de negociación -cavidades críticas- emerge la presencia del “otro” y su capacidad de agencia (más allá de la mera pasividad).

El imaginario democrático está estrechamente vinculado con la necesidad de que un otro sea reconocido como legítimo otro, lo que depende de las posibilidades de ejercer una “agencia política” que será puesta en disputa a través de categorías vinculadas al reconocimiento, la identidad, la voz, el agenciamiento y la narración.

Todo ello supone enfrentar la obsolescencia concentracionaria de la comunicación cuya captura en lectoría para el caso chileno se aproxima al 70% en dos grupos económicos. Estas cuestiones deben ser consideradas desde la comunicación crítica para llevar adelante un “pensamiento dialógico”, que tenga como componentes fundamentales a la “escucha” y la “mediación.

Tal perspectiva en diálogo ha sido expuesta por Nelly Richard como “pensamiento de la democracia” dónde la cuestión del feminismo -más allá del afán monolítico de una política pública y los cuerpos jurídicos- tiene mucho que decir en relación con la diferencia, sin caer ni en las retóricas de un sociologicismo pacificador de “lo social”, ni en los esencialismos de la guerrilla identitaria (multiculturalismo neoliberal).

Otras cuestiones aluden a los grados de comunicación y relación política que se han tratado de representar, a saber, se presenta al “otro de respeto” como protagonista de un “imaginario multicultural en donde no se plantean las diferencias y sus conflictos. Aquí se borra la diferencia”, luego al “otro nacional” que se configura desde el “pluralismo como un sistema político de representación de intereses múltiples en la vida democrática” y que deviene en la “formación de grupos culturales cerrados”, después el “otro colonizado” que “tiende a ver sólo las diferencias de los distintos/ “otrificados”. Mientras las subjetividades permanecen invisibles bajo una epistemología crediticia centrada en métricas y dispositivos gestionales.

Siguiendo en la línea de las tecnologías del presente (Meme, Fake, Redes Sociales) exploran las dimensiones del colonialismo de datos, que luego se analiza como un proceso de apertura en medio de la “gleba digital”. La matriz comunicacional chilena con su extractivismo de datos, abunda en el algoritmo de la violencia y sus agentes: industrias y mercados meméticos”, la llevan a desarrollar el concepto de “tecnoafecciones”, como entramado de emociones, percepciones y sensaciones, que dañan o “afectan” los constructos sociales.

El campo de la comunicación se plantea como un ámbito de estudio, trabajo y acción que debe cuestionar el colonialismo mediático y sus pactos de lenguaje. Un espacio de múltiples usos e interpretaciones, una “disciplina” en permanente transformación que se dinamiza de cara al futuro. Las nuevas tecnologías y los nuevos “modos” de “producción de sentido”, seguramente se verán enfrentados a múltiples problemáticas donde las luchas democráticas deberían no sólo comprender los espacios en “disputa por la palabra”, sino implementar una política de medios que desafíe las formas visuales, estéticas y culturales del actual modelo oligopólico.

Estudiantes del Doctorado en Comunicación UFRO-UACh reciben becas internacionales

Escrito por: Vicerrectoría de Investigación y Postgrado

Un positivo comienzo de año ha tenido el Doctorado en Comunicación de la Universidad de La Frontera / Universidad Austral de Chile en el ámbito de la vinculación internacional. Esto, pues cinco de sus estudiantes recibieron becas para pasantías y estancias en el extranjero con el objetivo de abrir nuevas oportunidades de vinculación e intercambio académico.

Para potenciar la internacionalización, este Doctorado se enfoca en tres acciones principales: en primer lugar, la promoción de convenios de doble graduación y de cotutela de tesis; en segunda instancia, la incorporación de docentes extranjeros para impartir cursos electivos; y por último, becas para estudiantes internacionales.

Para el director del programa, Dr. Carlos Del Valle, la internacionalización es un rasgo distintivo en un doctorado, puesto que asegura que la formación tenga un carácter global y no puramente local: “El objeto de estudio y las referencias teóricas pueden ser amplias, pero es la internacionalización a través de las cotutelas y la doble graduación la que asegura una perspectiva amplia y comparada del conocimiento”, puntualizó el Dr. Del Valle.

Actualmente, el Doctorado en Comunicación tiene dos convenios de doble graduación. Uno con la University of Groningen (Países Bajos), y otro, con la Universidad La Sapienza de Roma (Italia). Por otra parte, se iniciaron los trámites para la doble graduación con la Universidad de París 8 (Francia), la Pontificia Universidad Javeriana (Colombia), las Universidades de Guadalajara y Anáhuac (México) y la New Vision University (Georgia).

Paralelamente, 13 estudiantes cuentan con la cotutela de directores/as de otras universidades, como la Universidad de Sevilla, la Universidad Pompeu Fabra y la Universidad Jaume I de España; Universidad Nacional de Salta, Universidad Nacional de Quilmes, Universidad Nacional de La Plata y Universidad Nacional de Córdoba de Argentina; Universidad del Norte, Universidad de Medellín y Uniminuto de Colombia; y Universidad Centroamericana de El Salvador.

Para Claudia Riquelme, quien realizará una estancia de investigación en la Universidad Babeș-Bolyai de Rumania, uno de los objetivos principales es “conocer las experiencias de otras universidades fuera del contexto nacional, que traten y desarrollen sobre las teorías de la comunicación y el poder en organizaciones modernas, ya que el área profesional de base que tengo es la sociología organizacional”. La instancia tendrá una duración de dos meses de trabajo antes de julio de 2022, específicamente en la Facultad de Política, Administración y Ciencias de la Comunicación de la Universidad Babeș-Bolyai.

“Poder conocer los avances que hay en las teorías de la comunicación organizacional en contextos europeos, será relevante al momento de profundizar mi tema de tesis tanto de manera teórica como práctica”, señaló Riquelme, quien además valora esta beca en el ámbito profesional y personal, pues “generar vínculos y redes de investigación, es una experiencia llena de conocimientos e interacciones con otros grupos de investigación, potenciando de manera natural el proceso de aprendizaje que uno tiene como estudiante, así como también abre la opción de comenzar a establecer el área de especialización futura”.

Otro de los estudiantes del Doctorado en Comunicación que ampliará sus redes internacionales es Rodolfo Hlousek, quien realizará una pasantía corta en Brasil durante el primer semestre de 2022 en el Centro de Estudios de la Ciudadanía, Violencia y Violencia Urbana, de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ). Allí busca concluir su tesis titulada “Migración forzada, racialización y nuevas subjetividades: análisis de la experiencia barrial como práctica descolonizadora de inmigrantes haitianos residentes en la ciudad de Temuco, región de La Araucanía, Chile”.

Hlousek valora la beca en el ámbito de desarrollo personal: “Como padre de familia del sur y para abrir una línea de investigación en torno a la migración”. Además, en el ámbito profesional señaló que “la estancia doctoral me servirá para incorporar bibliografía más actualizada, realizar análisis junto con investigadores del Centro y abrir un Convenio entre la UFRO y la UFRJ, además de publicar artículos con investigadores afiliados entre ambas instituciones”, finalizó Hlousek. El Doctorado en Comunicación es un Programa de Graduación Conjunta entre la Universidad de La Frontera y la Universidad Austral de Chile, orientado a identificar nuevos problemas y desarrollar investigación en el campo de la comunicación, desde una perspectiva interdisciplinaria, para contribuir a la comprensión de las problemáticas asociadas a los distintos contextos, tanto a nivel local y regional como nacional e internacional.

Los estudiantes becados son:

– Eduardo Gallegos: Beca pasantía en el Instituto de Rennes, Francia.

– Claudia Riquelme: Beca estancia de investigación en la Universidad Babes-Bolyai de Rumanía.

– Carla Christie: Beca de pasantía internacional en México.

– Rodolfo Hlousek: Beca de pasantía internacional en Brasil

– Mauricio Alarcón: Estancia de investigación en Universidad Pompeu Fabra, España.

PUBLICACIÓN SCIELO

Organizaciones Odontológicas Universitarias: ¿Cómo Opera la Comunicación en este Campo Social?

Claudia Riquelme Macalusso, Carlos del Valle Rojas

RESUMEN

La comunicación es el proceso de síntesis de información, codificación y comprensión dentro de una organización, aún más en espacios clínicos formativos como campo social, ya que se encuentra en estrecha relación con el cómo se desenvuelven los individuos en un determinado sistema -donde la comunicación actúa como una herramienta de coordinación en las relaciones humanas- la interrogante reposa entonces en un análisis de la estructura, mediados por las relaciones comunicacionales que se llevan a cabo al interior de los centros universitarios de formación odontológica en Chile.

INTRODUCCIÓN

Una de las características de la sociedad moderna es el protagonismo que tienen las organizaciones, éstas adquieren una importancia trascendental, tanto en la reproducción de la sociedad como en las prácticas cotidianas de cada sujeto en este sentido, tal como lo plantea Rodríguez (2002) la existencia de las organizaciones se vuelve imprescindible para los sujetos que se ven empujados a recurrir a ellas para la satisfacción de sus necesidades, así también lo plantean Castells (2009) y Giddens (2010) al considerar que una organización se encuentra compuesta por un grupo de sujetos que buscan a través de medios formales y racionales alcanzar objetivos que pueden responder a necesidades económicas, sociales, políticas, académicas, entre otras -la forma que adopten las relaciones de poder y comunicación entre los miembros de la organización, sin lugar a dudas, impactará el modo en que esta funcione, pudiendo incluso condicionar el logro de los objetivos perseguidos- esto se debe a que el poder y la comunicación son factores centrales en la estructura de una organización, y en este marco, el artículo trata de reflexionar sobre los espacios clínicos odontológicos universitaria de Chile; donde al ser parte de organizaciones de educación superior son espacios de coexistencia de múltiples dinámicas que se configuran a partir de las relaciones laborales y del desarrollo de las actividades académicas formativas y de enseñanza a futuros profesionales del área de salud. Así, estas organizaciones como plantea Ivancevich (1996) corresponden a “unidades coordinadas, formada por un mínimo de personas que trabajan en conjunto para alcanzar uno o más objetivos comunes y diálogos” (p. 6), desprendiéndose la idea que el constructo básico de las organizaciones corresponderá entonces a las interacciones entre sus miembros, el diálogo, las alianzas y los códigos que se generan en su interior con la finalidad de lograr este objetivo común. Asimismo, la definición se refiere al diseño de una estructura formal, donde se establecerán funciones a desempeñar en cuanto a sus relaciones, jerarquía y niveles de autoridad de acuerdo a las actividades y objetivos de la organización -de esta manera tendrá como estructura necesaria la sistematización racional de los recursos, mediante la determinación de jerarquías, disposición y agrupación de actividades, con el fin de realizar y simplificar las funciones del grupo social- como también será un tejido social donde prevalecerá la racionalidad que incluye tareas como la planificación, las formas productivas, el control y coordinación, y la distribución de autoridad y poder (León et al., 2003; Münch-Galindo, 2006). Así también, Rodríguez plantea una visión Luhmaniana de la naturaleza de las organizaciones considerándola un sistema “conscientemente coordinadas de acti- vidades o fuerzas de dos o más personas” (p. 27), donde las complejidades de las organizaciones tendrán relación con la pertenencia y características con las cuales los miembros deben cumplir para formar parte de la misma organización, asegurando su permanencia. Será entonces el conjunto de interacciones entre los miembros y las actitudes de acuerdo a lo planteado por Rodríguez & Ríos (2007)las organizaciones “surgen como respuestas a problemas concretos que las personas” (p. 4) y es por ello que la existencia de ellas son un elemento característico de las sociedades modernas, producto de las complejidades de la vida social y la dificultad de logros de objetivos sociales colaborativos, hace que los sujetos tengan que asociarse con pares para producir transformaciones que ejercen cambios dentro de la misma organización. El caso de los centros de formación clínica en el área de la odontología, ya que un requisito básico de las instituciones y organizaciones modernas es el carácter reflexivo y analítico, es decir, deben estar en constante autobservación de sí mismas y de sus objetivos con el entorno, de esta manera, se produce que una organización logre cumplir su cometido, en este caso, la formación de profesionales cirujanos dentistas -y en este mismo sentido- la comunicación será entonces de acuerdo a Pignuoli (2013) un “producto- síntesis de tres selecciones: información, emisión y comprensión (…) donde la comunicación tendrá tres problemas: la codificación, el alcance y el enlace” (p. 39), siendo necesario que actúen los medios comunicativos: i) en el caso de la codificación, a través del lenguaje lo que permita el entendimiento entre los miembros y sus operaciones internas de funcionamiento y operatividad; ii) en el caso de los problemas de alcance, las tecnologías y los mecanismos de difusión de la información como elementos centrales para mejorar, y finalmente iii) los problemas de enlace deberán ser resueltos por los medios simbólicamente generalizados en un campo social como lo es una clínica odontológica (Díaz & Márquez, 2008; Dujovne, 2011; Sánchez, 2013; Gómez & Peñaloza, 2014).

Pero ¿Una clínica odontológica es un campo social?

La noción de campo en ciencias sociales se considera como una esfera de la vida social ya que las relaciones, intereses y recursos propios se va diferenciando de otras esferas de la vida en diversos contextos, es decir, de otros campos sociales. Es por ello que dentro de un campo específico se recrean lenguajes legitimados, sistemas de valores, costumbres, rutinas, prácticas donde se producen habitus diferentes que van a identificar a ese campo en específico donde los individuos adquieren un conocimiento específico, socializan y adquieren atributos conductuales necesarios para ser admitidos como miembro de esas comunidades. Lo que ha generado que quienes quieran ser parte de él deben adaptarse a sus condiciones y estar capacitados para desempeñarse y cumplir con ciertas expectativas establecidas en ese campo, como sería las clínicas odontológicas en Chile. Así, la noción bourdeliana (Bourdieu, 2005) de campo será la de una “estructura dinámica (…) constituida por un sistema de interacciones entre una pluralidad de instancias que son definidas por la posición de guardan en esa estructura” (p. 48). Así entonces en el mundo laboral en contextos de salud, ejercer una determinada profesión como es la odontología no solo implica desarrollar una actividad individual, sino que más bien los profesionales se moverán y situarán entre dos campos laborales diferentes, por un lado, en la universidad, y por otra parte entre otros terrenos laborales como instituciones y organizaciones público/privadas vinculadas a su profesión. Es más, en esta multiplicidad de prácticas en este contexto los cualificará y representarán en dos tipos de campos -que interactuarán y compartirán un objetivo en común- el campo de conocimiento teórico y científico del campo profesional odontológico. En el primero, albergará toda la temática de la ciencia, disciplina y materia de enseñanza, y en el segundo se conformará por aquellos profesionales que llevan a cabo en el sentido práctico-clínico el ejercicio profesional. Es por ello que, el campo social en contextos de salud, y especialmente en odontología, genere entre sus profesionales identificaciones, prácticas y representaciones propias, de las cuales justifican, legitiman y monopolizan como una pluralidad de prácticas o representaciones de discursos, modos de enseñanza, rutinas, etc. (Bourdieu, 1989, 1990, 1991; Horwitz Campos, 2006; Sáez, 2007; Campillo et al., 2008; Piñero, 2008; Guerra, 2010; Capdevielle, 2011; Tapie, 2018).

Entonces, la noción de campo social en contextos odontológicos se deberá entender como un espacio social que abarca un conjunto de instituciones y actores orientados a adquirir, transferir, mantener o transformar un capital específico formativo de un área de la salud – donde la capacidad de imponer esquemas dominantes de percepción y apreciación de las materias propias de la formación odontológica- se producirán como una serie de subjetividades entre los actores que es relevante considerar, puesto que estos aspectos condiciona el contexto social de las principales instituciones de salud en el campo de la odontología. Por tanto, su legitimación será en función del conocimiento y reconocimiento de otros -de quienes adquieren y acumulan poder simbólico tendrán más capacidad de alcanzar en un espacio social o campo para ejercer el poder hacia otros- y es aquí donde el poder simbólico se manifestará por medio de la comunicación. Vizcarra (2002) plantea que el “poder simbólico tiende a configurar el espacio y el tiempo de los sujetos, construyendo así categorías de percepción, apreciación y acción, y (…) actúan investidos del poder simbólico que les confiere determinadas posiciones en sus campos respectivos” (p.66), de acuerdo a lo anterior, la comunicación podrá convertirse en un medio para que los sujetos ejerzan el poder simbólico; y quienes ejercen este poder mediante la comunicación, tendrán a su vez, la capacidad para imponer categorías, clasificaciones y visiones a su campo social que podrían repercutir en la estructura y la vida de quienes forman esta esfera social simbólica. Será entonces a través del ejercicio del poder simbólico dentro de la esfera social se puede manifestar la comunicación de dis- tintas formas, y como consecuencia de la legitimación otorgada por ciertas posiciones sociales, serán capaces de incidir y transformar esa realidad a través de la comunicación (Bourdieu & Passeron, 1996; Bourdieu, 2001; Corrales, 2003; Frémont, 2006; Román & Señoret, 2007; Bourdieu, 2008; Castro, 2011a; González, 2012; Castro, 2014; Leyton, 2014; Draelants & Ballatore, 2015; Lasne, 2018).