Nelly Richard. Presentación de “Tiempos y modos. Política, crítica y estética (Paidós, 2024)”. Intervención en el Doctorado en Comunicación. Julio de 2024.
En “Tiempos y modos. Política, crítica y estética (Paidós, 2024)”, Nelly Richard (Sorbonne, París III) recoge textos que fueron escritos entre enero 2020 y noviembre 2023 sobre la emergencia de sucesos y procesos de especial relevancia social y política en Chile: la revuelta de octubre 2019; el Plebiscito Nacional 2020; el proceso de la Convención Constituyente y el triunfo del Rechazo en septiembre 2022; la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado en septiembre 2023. La precipitación de estos sucesos y procesos muy complejos en su formación y devenir, arma el corpus sobresaltado, en el que intervienen los textos de este libro que se ubican bajo el signo de la crítica cultural: signos, operaciones y tramas. El plural de los “tiempos” (momentos y eventos) y de los “modos” (configuraciones de habla), subraya las distintas situaciones y posiciones que se combinan irregularmente en estos ensayos sobre alteraciones políticas, disensos críticos y búsquedas estéticas. Estos enunciados, y otros, serán expuestos en el marco del Doctorado en Comunicación (Universidad de la Frontera).
Lejos del pesimismo, o de algún a priori, cabe agregar un par de apostillas sobre las heridas de nuestro cuerpo político en una temporalidad marcada por la devastación del campo político. Apostillas que se deslizan sobre una irrebasable trama político-escritural (pléyade de voces) que la ensayista no necesariamente compartirá, pero que devela -o querría hacerlo- el lugar de una inminencia. Un descalce escritural que ha sabido esperar, discernir y evaluar los desbandes del caso chileno y los soportes propagandísticos del movimiento derogador (2019). Contra la obsesiva escritura de las redes sociales, y sin abjurar de su “intimidad crítica”, Richard se podría relacionar suspensivamente con los tiempos políticos (Revuelta, Plebiscito, Convención Constituyente y Rechazo) desde lo plural-discordante. En medio de una “necesidad de distancia” (reflexiva distancia) avanza en “relaciones de visitación” que forcejean con la “primavera destituyente”, relevando sus aspectos intersticiales, como así mismo, sus momentos paroxísticos y sublimaciones, intentando afirmar una posición en una zona abismante para el campo de las izquierdas.
En su condición de ensayista, su fuerza escritural se debe a una exigencia de las paradojas entre texto e imágenes. Lejos de toda sutura, no ha cedido a las seducciones fantasmagóricas o los discursos napoleónicos, ofertando “regímenes de expresión” (“tintes de inteligencia”), ante la homogeneidad de los saberes profesionalizantes que han abjurado de todo acontecimiento. En una vocación de descalces -sin militancias- cultiva la variación salvaje, el fragmento, los márgenes, el intervalo, la pausa, lo minoritario e impugna la canonización de mapas y “códigos mainstream”, sin desatender los modos de producción del presente. Ritmo, goce y transgresión de cuerpos disidentes que deben lidiar con un realismo reflexivo, o bien, atravesar algún “esencialismo estratégico”. Tras la guerra de posiciones no es posible representar la totalidad del sentido, salvo una impugnación a la petrificación de la mirada que cancela toda trama biográfico-erótica. La crítica es una forma de intervención en la realidad y la ensayista se ha mantenido observante de la monumentalidad heróica que migró en la revuelta (destituyentes declarativos, activos y seculares), pero también ha subrayado un campo de rupturas semánticas con el sociologicismo del malaise. En ningún caso se puede arriesgar -ni antes, ni ahora- una ética adaptativa del justo medio -neutralidad- para anudar una posible hermenéutica política. Nelly Richard ha cultivado una escritura que persevera en un horizonte libidinal contra la máquina productora de “individuos normados”. Potencia escritural compuesta de gestos, roturas, enlaces y discontinuidades.
Al igual que Ernesto Laclau, Leonor Arfuch, Chantal Mouffe y Benjamin Arditi, por solo citar una tradición de pensamiento, entiende que “lo político” es una “confrontación continua”, de allí sus diferencias infranqueables con los formatos de la democracia liberal y los contratos modernizantes. La prosa richardiana, en sus intersecciones de sentido con el proceso político chileno, es un hito poco usual, porque es muy difícil entender las relaciones entre arte y política, memoria, feminismo y cultura, sin padecer creativamente al movimiento rítmico de sus taxonomías nómades. Por fin, contra toda adolescencia cultural, la ensayista nos ha recordado que decir “todo es fuga”, no implica postular “una huida -un éxodo- fuera de los campos de poder”, sino abonar porosidad y atajos cognitivos a las complacencias con la revuelta chilena (2019). Aquel Deleuze de la “experimentación activa”, puede ser una imago de pensamiento que permite entender la vibración textual que su obra ha puesto en circulación.
La Cátedra que lleva su nombre, “Mediaciones comunicacionales. Cultura, crítica y subjetividad” -a cargo de la filósofa Alejandra Castillo- fue instruida por el Doctorado en Comunicación el año 2021, e inscribe una duda pregnante -puntos suspensivos- sobre la funcionalidad comunicativa y el orden socio-informacional de los consensos. Un litigio con los afanes de traducibilidad discursiva. Cabe admitirlo, es necesario leer y emplazar las “zone de dissidence” que “compromete” la espera de un libro, “Tiempos y modos. Política, crítica y estética (Paidós, 2024)”.