“Flavia Costa. Una glosa al Tecnoceno”1*

La comunicación, más allá de la ciencia y la técnica como ideología

Por Mauro Salazar

Publicado el 15 de noviembre 2022

Tienta la idea de volver a José Saramago, “Ensayos sobre la ceguera, 1995”, y entender el relato epidémico del SARS-CoV-2 como la propagación de una plaga posfordista en tiempos de “parques tecnológicos”. Quizá el virus (Covid-19) es la forma en que el futuro abstracto existe en un presente enfermo. Un “accidente normal” del futuro en la era del antropos afectando la vida del planeta. Allí donde aquel chofer se detuvo en una esquina, en un semáforo cualquiera, donde no existían los nombres propios, salvo las biotecnologías del riesgo que hoy cultivan internautas en el heterogéneo entramado de la infocomunicación. La pandemia -como mudez y cambio epocal- es una “ceguera blanca” que obra por exceso de información, como una transformación generacional y una posibilidad de lectura del libro de Flavia Costa en tanto “filósofa de la técnica” (Tecnoceno, Taurus, 2021). En el mundo Saramago solo los ciegos de la unión comprensiva pudieron soportar la innombrable tragedia, pero todos fueron masacrados por la biopolítica informacional de la ceguera. Y es que Chernóbil (1986), también fue un “accidente normal”, en la gramática de Flavia Costa, que ha devenido un presente permanente, o bien, un futuro impensable. En medio del capitalismo informacional (automatización, mega-maquinas y programadores) el lugar de la comunidad ha sido reemplazado por el aceleracionismo de vidas tecnologizadas bajo la “pandemia”, inmersas en este entramado digital, donde devenimos infotecnológicos en la vida biológica de la población. “Dromología” es el nombre que Paul Virilio le dio a la velocidad de las fusiones entre técnica y ecología.

Todo ello sin olvidar cómo el “capitalismo de plataformas” viene a des-subjetivar la experiencia y el sentido moderno de las prácticas mediante necroprácticas y bancos de datos (datificacion de la experiencia). La excepción perpetuada asoma como la característica del “pánico tecnologizado” o “distopía alogaritmica”. Sólo bajo el “aceleracionismo” todo se ha develado como un cuerpo biopolítico y la gubernamentalidad tecnológica articula el control de los cuerpos que abundan en el contagio comunicacional de las tecnologías artificiales. Bajo la cuarentena padecemos la suspensión y administración del tiempo y no hay proyecto posible, salvo el tiempo homogéneo de Borges: el tedio de lo mismo. Terror y tecnología como dos dispositivos complementarios de una operación de transparencia ideológica que muestran que hoy el miedo no necesita recurrir al enmohecido “horizonte moderno”. Las bio-tecnologías gubernamentales se despliegan mediante el big data, los algoritmos y sus sesgos. Los sistemas de vigilancia, la programación biológica y la inteligencia artificial, han edificado un nuevo orden informacional. Cabe subrayar que la datificación-digitalización, una vez que todo ha devenido dato, desplaza la tesis de los “enjambres digitales” en su versión fenomenológica, pues lo que esta en juego es “una micro-fragmentación del mundo” (53) y una mutilación de las posibilidades de operar sobre el mismo mediante el “prosumo”. De allí que la “gubernamentalidad alogarítmica” no precisa de ningún “reparto de lo político”, ethos o sujeto reflexivo, porque ello amenazaría -ralentizaría- la economía digital.

En suma, los procesos de expropiación, producción de “plusvalías pandémicas”, bajo una nueva infraestructura de la comunicación, invisten la forma de expandir exponencialmente la acumulación de capital, cuestión que no sólo debe ser comprendida a nivel de las consecuencias relativas a la diseminación del virus masificado -era del Tecnoceno- y las fallas logísticas para producir efectos paliativos, sino también en relación con su misma aparición en una clave informacional, biológica y geopolítica que se debe a las “tecnologías del riesgo”, pero que igualmente reprograman las condiciones de la propiedad privada. Y es que la condición capitalista del virus, y su connivencia con los cuerpos, redunda en una forma inesperada de “plusvalía negra” que es el resultado de la obsolescencia digital sobre la experiencia, donde el sujeto como agente geológico tiene la capacidad de afectar el planeta, liberar residuos y energías – concluye Flavia Costa (Taurus, 2021)-.

A propósito del futuro des-humanizado inscrito en la sociosfera de Saramago, y la ceguera irrefrenable como condición de época, viene un monólogo final; “Si acabamos todos ciegos, como parece que va a ocurrir, para qué queremos la estética, y en cuanto la higiene, y dígame Doctor, qué higiene hay aquí. Respuesta- Probablemente, solo en un mundo de ciegos serán realmente las cosas lo que realmente son, sentencia el Doctor”.

En un mundo así, ¿cabrá alguna esperanza?

1* Flavia Costa es Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires (1995) y se ha dedicado a estudiar la influencia de las tecnologías en las artes, las relaciones sociales y la subjetividad. El 2021 publicó “Tecnoceno. Algoritmos, biohackers y nuevas formas de vida” por editorial Taurus